32 (Adolfo R. Gorosito, septiembre 2017) – El “Negativismo” es un patrón persistente de conducta que reduce la posibilidad de apreciación de las cosas que nos rodean. Puede responder a algún posicionamiento síquico, a resentimientos no resueltos o a una posición política definida. De todas maneras negar la evidencia resulta contraproducente. Como el caso del sujeto que mirando una copa de vino se lamentaba porque ya había bebido la mitad del contenido. No admitía que tenía ante sí la oportunidad de aprovechar la otra mitad. Cierto es que podemos aliviar la amarga sensación pensando que el que hace algo se expone a la consideración ajena. Es inevitable e ideal al mismo tiempo, porque no vivimos aislados sino en comunidad. Precisamente en nuestra vida comunitaria lo comprobamos a menudo. Si se habla de poda de árboles encontramos a quienes consideran que se está realizando un buen trabajo, y a otros que preferirían la tala completa porque algún árbol les molesta. Si se habla del proceso de embellecimiento de la plaza principal, escucharemos a quienes opinan que otras cosas son prioritarias en la jurisdicción. Si ponderamos el movimiento de obreros en obras públicas y privadas… encontraremos también a quienes afirman que todo es transitorio y se retornará al punto de partida. Si comentamos sobre el estado de los campos de la jurisdicción por anegamiento, y porque el drenaje es mínimo, encontramos a quienes digan que el problema es mayor y más grave en otras zonas del país, aunque esto nadie lo niegue. Es como el leve descuido que derriba el castillo de naipes. La actitud deliberada que mide los acontecimientos con la vara limitante del “negativismo” – voluntario o inconsciente – influye en los mejores propósitos de quienes trabajan o proyectan en base a su confianza por “tiempos mejores”. Tal vez la inminencia de la Primavera sea propicia para que echemos a volar pensamientos positivos, que actúen como un baño de optimismo y factores de estpimulo.
